Escrito por Alex Medina
La despedida de Joan Garriga
Unas horas antes de que la comunidad de MotoGP le dedicase a
Joan Garriga un sentido y respetuoso minuto de silencio, en Barcelona
despedimos a Joan.
Familiares, un grupo de amigos, Joan Abad como único
representante federativo, Toni López, el Sr. Vilaseca, pilotos que vivieron
codo a codo con Joan en la pista y aficionados, hemos dado hoy una despedida
sentida a Joan Garriga. Con la música de Carros de Fuego de fondo despedimos a
un gran tipo y un enorme piloto.
He leído casi todo se ha publicado estos días sobre Joan
Garriga y en absoluto quiero a través de estas líneas volver a recordar sus
momentos difíciles.
Desde mi punto de vista la vida de Joan y en esto coincido
con Josep Lluis Merlos, quedó marcada cuando Sito se proclamó campeón del mundo
en 1988. Desde entonces no pudo enderezar su carrera deportiva y tras una
experiencia poco gratificante en la categoría de 500, Joan empezó a dar
bandazos. No triunfó en Superbikes y a nivel personal comenzó a perderse,
maldita sea, en un cielo amargo.
Un piloto extraordinario
Tal vez en otra ocasión escriba con más detalle sobre la
carrera deportiva de Joan Garriga. Hoy no. Pero no puedo dejar de recordarle. A
principios de los años 80 en Barcelona el Bar Sant Vicens de Sarria, propiedad
de Quique Lopez de Vega y Lluís Ricart, dos pilotos de la época y buenos
amigos, era el centro neurálgico de la moto. En su jardín a base de platos y
cervezas, se tejían grandes proyectos, comentaban carreras, fichaban pilotos.
Se buscaban ayudas, intercambiaban cilindros, prestaban bujías y en definitiva
se escribió gran parte del futuro de nuestro motociclismo deportivo del que
Joan Garriga formó parte.
Poco más arriba declaro que no voy a escribir sobre la
carrera deportiva de Joan. Pero no puedo dejar de recordar cuando le conocí.
Por aquel entonces se estaba arreglando un ático en Sarria con sus propias
manos. Joan tenía una habilidad increíble para la mecánica y para trabajar con
todo tipo de materiales. Aquel tipo divertido, que fumaba como un carretero y
era poco amigo de las copas, convirtió un cuchitril en un ático muy
curioso a base de muebles de madera empotrados que el mismo construyó, cuando
la preparación de su Yamaha TZ 250 se lo permitía.
Sobre la moto era sencillamente increíble. En 1983 con una
Yamaha de Folch en las 24 Horas de Montjuich (así se escribía entonces) acabó
cuarto con Prous y Rosa como compañeros de equipo. Verlo subir por Sant Jordi
con aquella moto tan elemental ponía la piel de gallina. Posteriormente ganó la
edición del 84 junto a Grau y Reyes, además de hacer la pole en la carrera de
TT-1. En el 85 volvió a ganar con Grau y De Juan en lugar de Luis Miguel y en
el 86 de nuevo subió a lo más alto del podio en este caso con “Min” Grau y
Carlos Cardús.
Siempre recordaré cómo aquel tipo fantástico, tuvo tiempo en
plena carrera, rodando a un ritmo inalcanzable para la mayoría y sobre todo
para un periodista que hizo de piloto con más voluntad que acierto, a enseñarme
una trazada, dedicarme un saludo, un guiño, un gesto.
Simplemente creo que es justo recordar que Joan además de
ser tan buen tipo como inconformista, fue un enorme piloto. Lo tenía todo. Era
rápido, fino, agresivo, técnico, seguro. Insisto, todo. Pero no siempre
teniéndolo todo se puede ganar ni en las carreras, ni en la vida.
Me quedo con muchos recuerdos, con los buenos y desde hoy
alguno más: la entereza y cariño de su familia y como hace unas horas un
improvisado grupo de motoristas acompañaron el féretro de Joan, con enorme
respeto, devoción y sobre todo, admiración.
Joan no te olvidamos
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